Os dejo el primer capítulo de mi novela, espero que os guste.

Capítulo 1

Estaba allí, en la FNAC, firmando ejemplares de mi novela. Todavía no me lo creía, mi primera novela y se habían vendido cincuenta mil ejemplares en un par de meses. Lo cierto es que había tenido una buena promoción, Amaya se había encargado de eso.

Me gustaba aquello del contacto con los lectores. Ver sus caras, oír de sus propios labios lo mucho que les había gustado la novela, escribirles una dedicatoria. Mi sueño se había cumplido más pronto de lo que había creído. Mi padre estaría orgulloso de mí, tenía a quién parecerme. Enrique Plaza, mi padre, escritor fallecido hacía cerca de seis años, víctima de un atropello si puede considerarse así. Él había sido toda mi vida antes de que pereciera. Un padre, un educador, un amigo, una madre también y sin que parezca fuerte mi dios particular.

Todas las páginas de aquel libro habían surgido gracias a él o por desgracia, todo lo que me había ocurrido tras su muerte era el argumento de aquellas páginas impresas. Mis sentimientos expuestos a la lectura de extraños.

Los motivos que me indujeran a ponerlos sobre el papel todavía no estaban claros. Al principio escribir sobre mí misma me daba mucho reparo, contarle a la gente todo aquello era todo un reto. Pero después todos me animaron, habían sido duros aquellos años y quizá como decía mi psiquiatra me desahogaría escribir sobre ello. En un primer momento había comenzado escribiendo un diario, después lo pasé todo al ordenador incluyendo los escritos que les había pedido a todas las personas que habían convivido conmigo por aquellos tiempos. Quería que reflejaran sus pensamientos, sus impresiones de entonces, así la novela sería más rica en puntos de vista. Deseaba saber que habían pensado de mí, cómo habían vivido ellos aquellos momentos y lo conseguí, todos se prestaron a colaborar y no me pusieron ninguna objeción. Cuando la novela estuvo terminada y la leyeron les gustó mucho; también era cierto que ellos habían estado implicados en los hechos y les tocaba mucho la parte sensible volver a revivir aquellos dos años, que para algunos más que otros, fueron más intensos y especialmente duros.

Mandé la novela a la editora de mi padre, todavía gran amiga de la familia, y la leyó. No esperaba que le impresionara tanto, pero fue así, y yo entonces supe que por fin había logrado lo que siempre había soñado: publicar una novela, como mi padre. Siempre me había gustado el trabajo de mi padre y desde muy temprana edad ya tenía decidido a qué me dedicaría cuándo fuese mayor. A escribir como él, a crear historias, a hacer soñar a la gente, quería lograr lo mismo que todos los escritores que había leído habían conseguido conmigo: hacerme volar a otro mundo, trasladarme a otra realidad, evadirme del presente. Deseaba hacer eso durante toda mi vida y por ahora parecía que iba por buen camino. Mi padre estaría orgulloso de mí, además aquella novela era una forma de enfrentarme a mis problemas y encararlos. La novela llevaba dos dedicatorias, una era para él y otra era para Ángel, el mejor amigo que se pueda tener nunca, alguien que me enseñó muchas cosas y entre todas ellas a ser tolerante, a valorar la amistad; a ponerme en la piel del otro y a querer a los demás sin importarme nada, viendo solo lo positivo que hay en cada uno y olvidándome de los prejuicios. Era un amigo de los que no se encuentran muchos a lo largo de la vida, y que por desgracia ya nunca más estaría con nosotros. Aquella misma tarde hacía tres años que había fallecido, y como cada año desde entonces todos nos encontraríamos en el cementerio. Fernando, Miguel, Pedro, Silvia y yo. Amigos también de los que se encuentran pocos y especiales protagonistas de esta historia que paso a contaros.

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